Trumá: La donación más necesitada

Por el Rabino Ilan Rubinstein 

“Dile a los hijos de Israel que tomen para mí un donativo, de todo hombre que lo diere de corazón tomarán mi donativo. Y este es el donativo que tomarás: oro, plata y cobre. Lana teñida de color celeste, púrpura y carmesí…” (Shemot 25:2–4).

Cuando el pueblo de Israel deja el Monte de Sinaí luego de recibir la Torá, comienza el viaje a la tierra de Israel. Pero antes, D-os les pide que construyan un mini Monte de Sinaí, el Tabernáculo móvil, que los va a acompañar en su travesía.

El Tabernáculo no podía ser construido por una sola persona. Se necesitaba la participación del pueblo entero, cada persona debía dar medio shekel, su contribución para esta magna obra. La parashá se llama “Terumá” que significa “donativo” a raíz de esta campaña para conseguir el dinero para la construcción.

Si bien el donativo de medio shekel era mandatorio para todos, había otros donativos opcionales que podían ser hechos en especias, como oro, plata, cobre, telas y pigmentos, cueros y maderas de acacia.

Como en esa época, también ocurre hoy en día. Las comunidades viven de estas distintas formas de donativos para construir la infraestructura comunitaria. Pero hay una Terumá más importante en nuestra generación, más que todo el oro y la plata.

En el año de 1973 Israel pasó por uno de los momentos más críticos de su corta historia. El 6 de octubre, el día de Yom Kipur, el más sagrado del calendario judío, fue tomado por sorpresa y fue atacado por los ejércitos de Egipto y Siria.

En todo el mundo se movilizó a las comunidades judías locales para recaudar fondos para la guerra. La CUJA (Campaña Unida Judeo Argentina) reclutó a todos sus voluntarios para salir a tocar puerta por puerta y pedir ayuda económica. No hubo ni una persona que se negara a donar, algunos más y otros menos, cada uno de acuerdo a sus posibilidades. Uno de los voluntarios se vio sorprendido por una viuda. Cuando tocó su puerta y brevemente le explicó el motivo de su presencia, la viuda le dijo que no podía donar.

El joven no lo podía creer y enojado le dijo que todos los judíos estaban dando lo que podían y cómo ella tenía la desvergüenza de negarse a dar aunque más no sea unos pocos pesos. La señora intimidada se puso a llorar y con su voz entrecortada le dijo: “¿No alcanza con mis dos únicos hijos que están peleando en el frente egipcio?”. El joven le pidió disculpas, agachó la cabeza, se dio media vuelta y salió.

Actualmente vivimos una bonanza económica y en general es fácil conseguir dinero para proyectos comunitarios. Prácticamente en cualquier país de la diáspora tenemos infraestructuras comunitarias envidiables, pero hoy necesitamos un tipo de donativo distinto. Necesitamos soldados, hombres, mujeres, jóvenes y niños que participen en la comunidad. Personas que quieran vivir intensamente su judaísmo. Judíos, no sólo de corazón sino de hechos. Individuos que cumplan las mitzvot. ¿Para qué queremos grandes templos si están vacíos la mayor parte del año? ¿Para qué necesitamos grandes escuelas si cada vez hay menos niños, tanto por el bajo crecimiento demográfico, como por la asimilación o las nuevas tendencias de darle prioridad al inglés y otras disciplinas por sobre el judaísmo? ¿Qué propósito cumple una escuela judía que no enseña un “Shemá Israel” a sus hijos?

Sí, necesitamos más voluntarios que coman Kosher, que estudien Torá, que respeten las fiestas, que estén orgullosos todos los días de ser judíos y no dos veces al año. En definitiva que vivan el judaísmo. Cada uno puede aportar su medio shekel de mitzvot. Empieza por una pequeña mitzvá que te acerque un poco más a la vida judía, estudia un poco cada día sobre el privilegio de ser judío. Tú puedes, entre todos construiremos nuestro futuro.

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