Tazria: Así como ingresó a este pacto, así …

Para la Mesa de Shabat – Parashat Tazriah

Por: Rabino Ilan Ariel Rubinstein. Todos los Derechos Reservados

“Y en el octavo día circuncidarás la carne del prepucio” (Vaykrá 12:3).
En esta parashá se vuelve a mencionar la mitzvá del Brit Milá, la circuncisión, uno de los símbolos distintivos más importantes de nuestro pueblo. Cuando un niño llega a los ocho días de vida es ingresado al pacto de Abraham Avinu.

Hay una tradición singular en la ceremonia del Brit. Al final de la bendición donde le damos al niño su nombre, decimos: “Así como ingresó a este pacto, así ingrese a la Torá, a la Jupá y a los maasim tovim” (buenas acciones). ¿Qué tiene de especial el precepto del Brit Milá que al cumplirlo nos expresamos de esta manera?

Cuando se produjo la revolución comunista en Rusia, los judíos sufrieron también las consecuencias. La práctica de la religión fue prohibida y perseguida oficialmente por el gobierno bolchevique. Muchos judíos mantuvieron su judaísmo clandestinamente y otros lamentablemente renunciaron a él.

Entre los rebeldes al régimen estaba el Mohel de una pequeña ciudad donde vivían muchas familias judías. Poniendo en peligro su vida y la de su familia continuaba con su sagrado trabajo cada vez
que le era requerido. Todas las noches dormía con su kit de Mohel, había decidido que si lo apresaban llevaría orgulloso su equipo.

Después de un tiempo, en una noche de invierno, lo despertó los golpes a su puerta. La esposa se puso sus zapatos y rápidamente fue a abrir. Frente a ella había un general y un soldado.

–Buscamos a su esposo, deberá acompañarnos –le dijo seriamente el general.

Asintió con la cabeza y no tuvo que ir a buscarlo, su esposo estaba parado detrás de ella, con un pequeño maletín en la mano. Lo subieron a un auto y comenzaron a viajar. Luego de una hora, el auto se desvió a un bosque y se adentró en él. Legaron cerca a una casita y el general le ordenó bajarse. Los peores pensamientos invadieron la mente del judío, cuando baje me dispararán y me dejarán aquí tirado en la nieve, pensó. El general bajó con él y le ordenó ir hacia la casa. Cuando llegaron, una joven abrió la puerta y les hizo señas de que entrasen.

–Esta es mi esposa – le dijo el general con tono conciliador y señalando a una cuna agregó– este es nuestro hijo, somos judíos y queremos circuncidarlo.

El Mohel estaba sorprendido, un general ruso y su esposa querían circuncidar a su hijo.

–Pero usted es un general fiel a la revolución ¿Por qué quiere circuncidarlo? –preguntó.

–Nosotros hemos abandonado el judaísmo ya hace muchos años y nos hemos asimilado al ideal comunista, pero yo estoy circuncidado y quiero que mi hijo también esté. Cuando sea grande él decidirá qué camino tomar. Así como mi padre, al circuncidarme, me dio la opción de elegir, también yo quiero dársela a mi hijo.

En una de las muchas interpretaciones que dan nuestros Sabios a esta frase, explican que así como la circuncisión, una vez realizada, es imposible separarse de ella ya que fija una realidad de por vida, así también bendecimos al niño que una vez ingresado a la Torá y a las mitzvot no se separe jamás de ellas.
Así como el niño ve a su circuncisión parte integral de su vida, casi como parte de su naturaleza, pretendemos que de la misma manera vea a su judaísmo, como algo natural en él.
Si ingresamos a los niños al mundo de la Torá a temprana edad, posiblemente cada precepto se vuelva parte incuestionable de su rutina de vida. Obviamente, más adelante tendremos la oportunidad de explicarle la razón y el beneficio de este modo de vida. Incluso cuando las condiciones para vivir el judaísmo no fueran ideales, nunca deberemos quitarles a nuestros hijos la oportunidad de vivirlo.

Si entendemos el privilegio que representa ser judío, encontraremos la motivación suficiente para continuar con nuestro legado.

Photo credit: Yosef Silver – This American Bite via VisualHunt / CC BY-NC-ND

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