¿Te atreves a decir no?

Por Avinoam Hersh

Esta semana me encontré con un padre que me contó desesperadamente que tuvo que comprarle a su hijo un “Hoverboard” (Aerotabla) a pesar de lo peligroso que es ese juguete.

¿Entiendes? Me dijo con impotencia total: La mayoría de su clase tiene un Hoverboard ¿Qué quieres? ¿Que él sea el único que no tenga? Y fuera de eso ¿Tú crees que los niños de hoy en día saben escuchar “no”?

Interesantemente, justamente este Shabat me encontré con una directora de una escuela, una persona que verdaderamente tiene mucha experiencia en educación, que me contó acerca de un caso que demuestra por qué a veces debemos escuchar a nuestro corazón y seguir nuestra intuición sin temer.

Un maestro joven que enseña en el tercer grado de primaria le advirtió a una de sus alumnas que estaba jugando con “Slime” (un juego que consiste de una masa) que si no lo dejaba se lo iba a quitar. A la niña no le importó y siguió jugando. El joven maestro decidió cumplir con su promesa y le confisco el “Slime” .

Cuando el maestro volvió a casa ya estaba listo para ser atacado y espero a la llamada de la madre enfadada que seguramente le iba a gritar por el teléfono frases como ¿Quién te dio el derecho de quitarle el juego a mi hija?  O ¿Quién te crees que eres?

Despúes de un momento, la aterradora llamada llegó:

La madre le dijo: Usted sabe, yo estaba muy enojada porque decidió confiscar el “Slime” de mi hija, pero luego mi hija me dijo algo que verdaderamente me asombro:

“Sabes, mamá, este maestro es realmente un buen maestro. Él me amenazó que si continuaba jugando con el “Slime” en clase, me lo haba a confiscar. ¿Y sabes que fue lo que pasó? Seguí jugando y me lo confiscó. Mamá ¡Eso es un maestro de verdad!

Yo sé – continuó la madre-  que mi hija no es cínica, cuando los niños están en tercero de primaria no son cínicos. Nada más quería que supiera que mi hija lo admira por lo que hizo.

Luego concluyó aquella directora; No te puedes imaginar cuánto los niños y alumnos de estos días buscan que se les establezcan límites. Si solo aquellos maestros que temen las reacciones de los padres pusieran límites, todo se vería diferente.

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