Vaierá: Intenciones claras

Por el Rabino Ilan Rubinstein

“Y dijo Abraham de Sara su mujer: ‘es mi hermana’ y Avimélej el rey de Guerar dispuso tomar a Sara. Pero en el sueño nocturno se le apareció D-os y le dijo: ‘He aquí que morirás por la mujer que tomaste, porque es casada” (Bereshit 20:2,3).

Cuando los estándares de la moral, en ciertos lugares, son tan distintos a los propios es muy difícil conciliar la vida en ese tipo de sociedades. Abraham era un hombre de valores morales y espirituales elevados, mismos que debía transmitir a los pueblos de la tierra de Israel.

Luego de la destrucción de Sodoma y Gomorra cercanas al río Jordán, Abraham viaja hacia el suroeste y se asienta en la ciudad de Guerar. Allí, el rey se interesa por Sara. Ante las preguntas de los siervos del rey, Abraham dice que Sara es su hermana. El rey Avimélej manda a buscar a Sara y la toma como concubina. Esa misma noche D-os golpea a Avimélej con una enfermedad venérea. D-os le dice que si no deja a esa mujer morirá porque es una mujer casada. Enojado, Avimélej lo manda a llamar a Abraham y lo acusa de haber mentido sobre Sara lo que casi le provoca la muerte.

Abraham le contesta que vio que en ese lugar no había temor de D-os y pensó que lo matarían a causa de su esposa.

¿Cómo es que se dio cuenta Abraham que allí no había temor a D-os?

La ayudante fue contratada por una familia religiosa. No es fácil adaptarse a los peculiares requerimientos de una casa Kosher y en especial a una casa donde se respeta el Shabat. La dueña de casa se esmeró en explicarle cuáles eran las reglas del Shabat para evitar contratiempos, no fuera a ocurrir que terminando la cena apagara el fuego del Chont que debía seguir cocinándose hasta mañana. Pero si para un judío es difícil, de buenas a primeras, aprenderse la rutina, imaginémonos lo que es para un gentil con una ignorancia total del judaísmo.

Luego de la cena de Shabat el hijo mayor se fue a su habitación a dormir pero ¡oh sorpresa! La luz de la misma estaba encendida.

Se recordó que la ayudante había ido a dejar unas ropas recién planchadas y prendió la luz y se olvidó de apagarla.

El joven fue a buscar a la ayudante a la cocina y le pidió si podía ir a su habitación. Ella fue y cuando llegó, tal cual como es la ley, el muchacho le insinuó: “Hay mucha luz en esta habitación…” ¡Qué sorpresa! La muchacha salió corriendo abrió la puerta de la casa y se escapó. A los pocos minutos subió el conserje y pidió hablar con los padres.

–Disculpe la molestia, pero me apena decirle que su hijo le insinuó una propuesta indecente a la muchacha.

–¿Mi hijo? –Dijo extrañado el padre– ¡Mi hijo es un muchacho religioso y nunca haría una cosa así!

–La muchacha dice que la invitó a su habitación y le insinuó que había mucha luz…no sé lo que quisiera hacer… me entiende.

Las carcajadas al unísono del papá y la mamá dieron muestra clara del mal entendido.

Explican los Sabios en el Talmud que Abraham se dio cuenta que no había temor a D-os ya que cuando llegó a comprar comida al mercado de la ciudad, lo primero que le preguntaron fue quién era la mujer que lo acompañaba.

Si él va a comprar alimentos y lo que le preguntan es quién es esa mujer, uno se podía dar cuenta fácilmente de las intenciones que tenían. Y el hecho que inmediatamente la toman para llevarla con Avimélej cuando les dice que es su hermana, muestra claramente cuál era su motivación. Avimélej “no cumplía Shabat” como para que insinúe algo que genere una confusión. En su cabeza sólo había una idea. La promiscuidad era la moneda de cambio entre los filisteos.

Vivimos en una sociedad conflictiva quizá como la de aquellos filisteos, debemos cuidar a nuestros hijos de las insinuaciones que representan filosofías de vida. Conocemos bien expresiones como: ¡Si eres hombre tómate un tequilita!

¡Eres un miedoso…, fúmate uno, no pasa nada! ¡Cuándo quieras verdadera diversión, llámame!

Abraham no pudo escaparse y tuvo que esconder su verdadera relación con Sara, nuestros hijos tienen muchas otras alternativas cuando los padres sabemos acompañarlos en su adolescencia y su primera adultez.

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