Mishpatim: La Ética de Sinai


Parashat Mishpatim, por Uriel Edery

Nuestra Parashá comienza recitando: “Y éstas son las leyes que habrás de exponer ante ellos” – Rashí en su comentario ad locum escribe: “Y éstas – agrega a lo dicho anteriormente, tal como las anteriores (los diez mandamientos – U.E) fueron transmitidas en Sinai, de igual manera éstas“.

Los Mishpatim son las leyes que ordenan las relaciones entre el hombre y su prójimo. Leyes existen no solamente en el judaísmo, sino que todo pueblo tiene su propio código. Sin embargo existe entre ambos tipos de leyes una pequeña gran diferencia la cual se resume en una sola letra, esa “Y” conectora con la cual comienza nuestra Parashá. En nuestro caso, los Mishpatim son transmitidos a continuación inmediata del recibimiento de la Torá para enseñarnos que las leyes que regulan la relación entre el hombre y su prójimo también son del Monte de Sinai, es decir, son obligación de D”s, mientras que en los otros pueblos son únicamente códigos basados en acuerdos generales para garantizar el correcto funcionamiento de la sociedad.

La diferencia es extrema, ya que mientras que los códigos humanos, por el simple hecho de ser humanos, son limitados y subjetivos, es decir, en situaciones extremas esos códigos son moldeables, tal como declaró un “gran pensador”: “éstos son mis principios… si no les gustan, tengo otros…”, la ética judía, es eterna e inmutable tal como su creador, El Creador. Si bien este análisis es correcto, es necesario obtener de esta enseñanza una aplicación para nuestra vida personal.

Nos enseñan nuestros sabios que la persona debe tener como objetivo en la vida personal asemejarse a su Creador. Con lo que respecta a la imagen, esto es natural en el ser humano desde Bereshit, tal como está escrito: “Creó Elokim al Ser Humano a Su Imagen“, pero solamente con esto no basta. Para entender este concepto podemos tomar como ejemplo a un soldado. Si vestimos a una persona de verde, con las botas militares y le damos un arma, esto no lo hace soldado. Sino que aparte de lo mencionado anteriormente es necesario que se comporte como tal, que tenga disciplina, que sepa usar el arma, que tenga el valor necesario para ir a la guerra. La unión de la imagen con las cualidades y acciones es lo que lo convierte en un verdadero soldado. De igual forma ocurre con el ser humano. No basta con haber sido creados a Imagen y Apariencia, sino que es necesario aparentarse a D”s en cualidades y acciones, tal como enseña el Talmud en el tratado de Shabbat: “apégate a Sus cualidades, de igual forma que El es misericordioso, sé tu misericordioso…”

Humildemente creo que éste es el mensaje que se desprende de nuestra Parashá, la Parashá de la Ley Divina. Tal como dijimos en el comienzo, la Torá iguala en condiciones a los Diez Mandamientos con las leyes cívicas ya que ambas provienen del la misma fuente. De este concepto se desprende una gran enseñanza. En nuestro Pueblo, el cual es “propiedad peculiar de entre todos los pueblos”, la ética y la moral, las cuales en este caso se ven manifestadas en los códigos de leyes, no proviene de la cabeza humana sino que su fuente es divina y eterna. De aquí la importancia de tener el valor y la humildad necesaria para poder aplicar estos códigos morales en nuestra vida diaria, transformándonos de esa forma en representantes, embajadores, de D”s en este mundo, tanto en imagen y apariencia como en cualidades y acciones.

Quiera el creador que podamos llegar a estos niveles en nuestra vida personal para así poder llevar a cabo y concretar nuestra misión en este mundo, consagrando el nombre de D”s para acercar de esta forma el momento en el que “Y Sera Hashem Rey sobre toda la tierra; en aquél día será Hashem Único y Su nombre Único

Shabbat Shalom Umeboraj,

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