¿Quieres ser rico? ¡Respeta a tu esposa!

La relación entre marido y mujer, por el Dr. Yitzhak Calafi

El primer hombre, Adam (porque fue creado de la adamá, palabra hebrea que corresponde a tierra) denominó a su mujer, la primera mujer, la madre de toda la humanidad, el nombre de “Java” (viviente, vida). [Bereshit 3:20: Denominó el hombre a su mujer con el nombre de Havah –Java-, pues ella fue la madre de todo ser viviente]. El nombre Java está relacionado con jai, que literalmente significa “vida”. Dio vida a toda la humanidad, en cumplimiento del Mandamiento Divino: “Sed fructíferos y multiplicaos”.

 De acuerdo con el Plan Divino la unión física tenía como propósito ser una expresión de amor en todos estos niveles y con todas las facultades del ser.

Bereshit 2:18: Y dijo D-s el Eterno: No es bueno que el hombre esté solo. “Le haré una ayuda opuesta a él”.

Los sabios han concluido sobre este versículo que el matrimonio es lo único que le permite al hombre vivir plenamente su verdadera vida. Cuando la Torah proclama: “No es bueno que el hombre esté solo”, condena el celibato declarándolo implícitamente contrario a la naturaleza. Incluso después de que el hombre ha cumplido su deber de procreación le está prohibido vivir sin esposa. Según la ley judía, el incumplimiento de los deberes conyugales por el marido es un derecho exigible por la esposa, y este derecho no debe confundirse con el de la procreación (Yebamot 61 b y Eben Haezar, capítulo 76.)

El  hombre, cuando está sólo, sin su mujer, está negando la armonía de la Creación, está negando la finalidad de la mismo, o sea el “bueno”. Lo no bueno es destructivo, es la negación de la fuerza del amor que D-s ha implantado en nosotros.

Por eso el Talmud denomina a aquellas personas que se niegan a construir una familia como “los que exterminan al mundo y a la Creación”.

Bereshit 2:18: Y dijo D-s el Eterno: No es bueno que el hombre esté solo. “Le haré una ayuda opuesta a él”.  Lo cual implica: si el hombre lo merece, la mujer será una ayuda para él, pero si no se lo merece, ella estará opuesta a él, para pelear. (Yebamot 63a)

Después de haber pecado al comer del árbol prohibido, el árbol del conocimiento del Bien y del Mal, cuya transgresión era castigada con: “porque el día que de él comieres ciertamente has de morir”. (Bereshit 2:17), D-s le dice a la mujer, Java (Eva) en Bereshit 3:16: A la mujer le dijo: “Multiplicaré en gran manera los dolores de tu gravidez. Con dolor parirás hijos y a tu marido desearás y él te dominará”.

Bereshit 3:17-19: Luego le dijo al hombre: “Porque has escuchado la voz de tu mujer y has comido del árbol prohibido acerca del cual te advertí que no comieras, maldita será la tierra por ti. Con fatiga comerás de ella todos los días de tu vida. Con fatiga comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y abrojos te dará y comerás la hierba del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que retornes a la tierra, ya que de ella fuiste tomado, pues polvo eres y al polvo volverás”.

Además, así como el hombre no ha considerado nunca que le estuviera prohibido perfeccionar sus técnicas de trabajo para atenuar el rigor de su propia sentencia: “con el sudor de tu rostro comerás el pan”, de igual modo, el hecho de reconocer que los sufrimientos del parto corresponden a un castigo Divino, no debe impedirnos intentar aliviarlos o eliminarlos al máximo. Los médicos y comadronas judías se destacaban en Egipto y en Europa por aliviar el dolor del parto.

Así mismo la clásica dominación del hombre hacia la mujer en todas las épocas de la historia de la humanidad corresponden a este mismo castigo Divino: “Con dolor parirás hijos y a tu marido desearás y él te dominará” no debe impedirnos intentar eliminar la dominación del hombre sobre la mujer.

En el Cantar de los Cantares [Shir HaShirim], los sabios de Israel ven una alegoría sobre el amor entre la congregación de Israel y D-s.  En hebreo, la ceremonia de bodas lleva el nombre de kidushín, palabra que deriva de kadosh, (santo).

Según la ley judía, el hombre judío debe contraer matrimonio. Si bien no existe una ley que estipule lo propio respecto de la mujer, es meritorio que lo haga. En el contrato matrimonial está estipulado que el esposo debe satisfacer las necesidades sexuales de la mujer. El placer sexual de la mujer no constituye un tabú, sino su derecho dentro del matrimonio. De hecho, existen leyes concretas que detallan y garantizan este privilegio. La Tora reconoce las necesidades sexuales del hombre y de la mujer como un impulso innato que se sublima mediante las leyes de Taharat Hamishpajá (Pureza Familiar).  Según la Torá, la relación íntima entre marido y mujer es hermosa y  sagrada, un momento especialmente propicio para que ésta se consuma es el sagrado Shabat y la mayoría de los Iamím Tovím (festividades). El pueblo judío celebra las distintas Festividades con gran regocijo. Esto incluye no sólo el goce de comidas abundantes y sabrosas, no sólo los cantos, bailes y brindis de lejáim, sino también la expresión física del amor entre marido y mujer.

Dijo Rabí Akiva: “Todas las escrituras son santas (Kodesh), pero Shir Hashirim, es santísimo (Kodesh Kodashim)” (Masejet Iadaim 3:5)     D-s alaba y ama a Israel como el esposo debe alabar y amar a su esposa.    Eres bella en el hogar, eres bella en el techo como está escrito en Devarim 22: “Eres bella en este mundo, eres bella en el mundo venidero, eres bella mi amada”.

Estas comparaciones de amor entre la congregación de Israel y el Santo Bendito Sea, como los del esposo con su amada esposa, hacen a este libro santísimo (Kodesh Kodashim).

 “Todo hogar en el cual reina la paz es querido del cielo”. (Avot de Rabí Natán, cap. 28).  “La discordia en el hogar acaba por destruir el hogar”. (Derej Erets Zota 9)

Los textos del Talmud y la Torá que dicen:

La tranquilidad del hogar (Shalom Bayit), donde reinen la armonía y la buena voluntad entre marido y mujer, debe ser el valor supremo, la principal preocupación y objetivo de toda pareja.   Todo aquello que conduce al Shalom Bayit posee mérito. Palabras o acciones que tienden a destruir esa paz y armonía del hogar, introduciendo sospechas, cólera o resentimiento, no tienen ningún mérito, aún si las palabras o las emociones expresadas pueden describirse como “honestas”, o “verdaderas” o de “autorrealización”.

De acuerdo con el precepto bíblico, un esposo es responsable por el alimento, el vestido y los derechos conyugales con su esposa (Shemot 21:10). Este precepto nos enseña que es de la responsabilidad del marido satisfacer las necesidades físicas de su mujer. Un hombre nunca debe forzar a su esposa en contra de su voluntad. Por el contrario, las relaciones conyugales deben llevarse a cabo siempre con el consentimiento pleno de la mujer. Si existe un sentimiento de odio –de él hacia ella, o de ella hacia él, aún si se desea la unión física en sí, ésta debe evitarse. Si existe cólera entre un marido y su mujer, está prohibido realizar el acto conyugal hasta que la cólera desaparezca y palabras tiernas reemplacen a las acerbas.

Una mujer nunca debe demorar deliberadamente su inmersión en la mikvé, o hacerse de otra manera inaccesible a su esposo, solamente con el propósito de molestarle o enfadarle. Utilizar el acto conyugal como un arma contra su propio compañero, como un medio de castigarle, o como un medio para lograr sus propósitos, en otros asuntos, es una ofensa muy seria en las relaciones entre marido y mujer.

Los sabios también previenen que un hombre debe ser sumamente cuidadoso para no ofender a su mujer y no herirla con sus palabras. Esto se aplica cuando las palabras entre ellos se dicen en privado. Puede imaginarse cuanto más grande será la severidad del daño y el pecado cometido cuando tales ofensas o críticas sean pronunciadas delante de otros.

 “Un hombre debe amar más a su esposa, por lo menos como a sí mismo; pero debe honrarla más que a sí mismo” (Yebamot 62 b, Sanhedrín 76 b).

“Un hombre debe comer y beber menos de los que sus medios le permiten, debe vestir de acuerdo con sus medios y debe honrar a su esposa e hijos (a través de vestidos y vivienda adecuados) con más de lo que sus medios le permiten” (Julín 84 b). “Come y bebe menos y aumenta los ahorros para realzar tu vivienda” (Pesajim 114 a).

“En los asuntos del hogar y en la alimentación y vestido de sus hijos e hijas, un hombre debe seguir el consejo de su esposa, ya que como resultado de ello, la paz y la armonía reinarán en su hogar” (Baba Metziá 59 a).             Nuestros sabios dicen: “Un hombre debe alabar siempre a su esposa por el bien de la armonía conyugal” (Midrash Yelamdenu).

“Mujer virtuosa, ¿Quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas” (Proverbios 31:10).

“¿Quién es rico?” Rabi Akiva dice: “Aquel que tiene una esposa cuyas maneras son agradables” (Shabat 25 b)

“La ira en un hogar es como un gusano entre semillas de sésamo” (Sotá 3). “Debido a que las semillas de sésamo son tan pequeñas que cuando un gusano arruina algunas, todas deben ser descartadas porque es imposible separar las semillas buenas de aquellas comidas por los gusanos” (Pesajim 66)

“Por la ira el sabio puede perder su sabiduría” (Pesajim 66).  Pero si la ira pasa, es mejor estar enojado y luego arrepentirse, con las debidas disculpas y humildad, que tratar de justificar la ira insistiendo en que era justificada. Una persona debe aprender a escuchar con paciencia y atención los deseos y exigencias o argumentos de una esposa e hijos antes de responder, de manera que la respuesta sea considerada y apropiada, y no precipitada o irreflexiva.

La Mishná dice en el Tratado de Abot: “¿Quién es respetado? Quien respeta a la gente” … “A quien Me respeta, respetaré”      Vayikrá 19:18: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.      “Lo que odias para ti no lo hagas a tu prójimo” Talmud, (Babá Metsiá 62)

Está prohibido humillar a su prójimo, (y por ende aún más a su propia esposa), ya sea con palabras o con acciones, y cuanto más en público. “El que hace palidecer a su prójimo  en público no tendrá parte en el mundo futuro”.  Pirké Avot cap. 4

Los sabios comentan acerca del versículo de Bereshit 2:22: “Vayíben Ado–nay Elo–him et-hatsela asher-lakach min-ha’adam le’ishah vayevi’eha el-ha’adam”    (E hizo el Eterno D-s de la costilla que había tomado del hombre, una mujer, y la dio al hombre)  que “Vayíben” significa “Y construyó” puede también deriva de la raíz “Biná”, que quiere decir entendimiento, comprensión.  Por lo que los sabios concluyen que la mujer fue agraciada en el momento de su creación con un entendimiento y sabiduría superior al del hombre.

En la Torá está escrito que el mismo Dios de le ordena al patriarca Abraham: “Acerca de todo aquello que te dijere Sará haz caso a su palabra …” (Bereshit 21:12)

El Talmud y la Torá están repletos de citas en las que se hace hincapié en el honor de la mujer y en el respeto que le debe su esposo, y viceversa. “Y la trajo Isaac a la tienda de Sará, su madre, y tomó a Rebeca para que fuera su mujer y la amó …” (Bereshit 24:63)

“Sobre quien ama a su esposa como a su propio cuerpo y la honra más que a su mismo ser, es lo que dice el versículo … y sabe que en tu casa reinará la paz”

”El marido ha de honrar siempre a su esposa pues la bendición sólo reside en el hogar gracias a la mujer” (Talmud , Babá Metsiá 59 a).                                                                                     “Por siempre sea el hombre cuidadoso del respeto de su mujer” (Babá Metziá 19-1) Por siempre, es decir, en toda situación y bajo cualquier circunstancia.

La Braitá en Iebamot dice: “Como nos enseñaron nuestros sabios: Quien ama a su mujer como a su cuerpo, y la respeta más que a su cuerpo y quien conduce a sus hijos y a sus hijas en el camino recto … sobre él dice es escrito: Y sabe que la paz reinará en tu hogar” (Job 5)

Dijo Rabí Helbo: “Por siempre sea el hombre cuidadoso del honor de su mujer, pues la bendición llega a su hogar gracias a su mujer. Y así aconsejó Rabá a los habitantes de Mahoza, su ciudad: Respetad a vuestras esposas y os enriqueceréis” (Babá Metziá)

En el judaísmo  no sólo está total y absolutamente prohibido al marido el maltrato físico de su esposa, sino que también está totalmente prohibido el maltrato psicológico:

“Por siempre sea el hombre cuidadoso de no maltratar a su mujer, pues por ser su lágrima frecuente, muy pronto se siente maltratada” (Babá Metziá 59)  Por siempre, es decir, aun cuando la mujer hubiera hecho sufrir a su marido, éste debe cuidarse de no hacerle lo mismo a ella. Y recordemos que quien enunció estas palabras fue un sabio cuya mujer lo maltrataba constantemente (Iebamot 63)

En el Zohar está escrito que el sufrimiento de la mujer se une a la Providencia. Los sabios del judaísmo dijeron: “A la mujer, su marido la alegra” (Kidushín 34), es decir que al hombre se le ordenó actuar con suma inteligencia, a fin de traer paz y alegría al hogar, y no esperar a que su mujer lo haga, pues ella es quien recibe y no quien da.

El consejo que D-s da al hombre -en boca de Salomón- en Kohelet [Eclesiastés] 9:9  Goza de la vida, con la mujer que amas, todos los días de tu vana vida, que D-s te ha dado debajo del sol; porque ésta es la porción de tu vida y del duro trabajo con que te afanas debajo del sol.

Sobre el divorcio – Guet, comenta el Rabino Hayim Halevy Donin en su libro “El ser judío”(pág. 146- 147) ” Cuando a pesar de todos los esfuerzos para mantener la paz del hogar y la armonía en las relaciones entre marido y mujer, la amargura, disputas continuas, y las llamas de la disensión prevalecen, es mejor que la pareja se separe y no sigan viviendo juntos. En estas circunstancias, la Torá permite que los lazos del matrimonio se disuelvan por medio del divorcio.  La ley que permite el divorcio se basa en preceptos bíblicos. El procedimiento está estrictamente regido por la Halajá. El término hebreo para el divorcio es “guet”. Un matrimonio religioso consagrado “de acuerdo con la Ley de Moisés e Israel” sólo puede ser separado también “de acuerdo con la Ley de Moisés y de Israel”. … Sin un guet, el estado matrimonial de una pareja permanece válido. Si el divorcio es la única solución para la infelicidad de una pareja, debe ser entonces un divorcio completo, un guet, llevado a cabo en una forma adecuada y reconcomio frente a Dios bajo los preceptos de la fe bajo los cuales se consagró primeramente el matrimonio. Aunque la Torá permite el divorcio y estipula que pueda realizarse cuando la causa es la simple incompatibilidad entre los cónyuges, nunca debe ser llevado a cabo en forma arbitraria o apresurada, sino únicamente cuando ha desaparecido toda esperanza de reconciliación y continúan prevaleciendo disputas y amarguras.  “Entonces, la ley del divorcio está dada para la tranquilidad de la persona y la unidad de la familia. Aquellos que se divorcian cuando es necesario, traen el bien sobre ellos, no el mal” (A. E. Kitov). Aún así, la tragedia humana, inherente a cualquier divorcio, especialmente cuando deben tomarse en consideración los niños, no puede ser descrita en forma más gráfica y patética que por la sentencia talmúdica que dice que cuando tiene lugar un divorcio “hasta el altar de D-s derrama lágrimas”.

En el judaísmo la pertenencia a la comunidad se adquiere por la madre. Por lo que la esposa adquiere un rango y estatus muy elevado, pues es la que dará a los hijos del marido la judeidad.

En cuanto al rol de la mujer, las leyes hebreas se pusieron a la vanguardia en todas aquellas sociedades en las que a los judíos les tocó vivir, tanto en el mundo cristiano como en el mundo musulmán. En la Edad Media existía una gran diferencia de trato hacia la mujer cristiana y la judía por sus respectivas sociedades. La mujer judía no sólo trabajaba en casa, encontramos muchas mujeres judías que salen de casa para ganarse el sustento. Algunas serán cirujanas, otras médicas. En Murcia, España, en un documento de 1371 sobresale la concesión de licencia a la judía Camila para practicar “el arte de la  cirugía”. En la Corona de Aragón existe noticia de cinco mujeres catalanas, licenciadas en este arte, muchas otras como médicas. Muchas hebreas serán prestamistas, parteras o comadronas, hilanderas, tejedoras, otras propietarias de tierras, perfumistas, cocineras, panaderas. La lista de mujeres judías que han destacado en todos los campos del saber y conocimiento es interminable.

NOTAS

Rabi Hayim Halevy Donin, en El Ser Judío. Guía para la observancia del judaísmo en la vida contemporánea. Rabi Hayim Halevy Donin. Segunda Edición 1988. Organización Sionista Mundial. Departamento de Educación y Cultura Religiosa para la Diáspora. Jerusalem 5748 (1988). Relaciones entre marido y mujer. Páginas 142-145

Relación hombre-mujer judíos frente a la “cultura occidental”

http://www.jabad.org.ar/actualidad/relacion-hombre-mujer-judios-frente-a-la-%E2%80%9Ccultura-occidental%E2%80%9D/

El Matrimonio, una misión. Guía para la vida matrimonial. Sima Bazri. Edición Jerusalem 2001

La mujer y el trabajo en el judaísmo. Su papel en la contemporaneidad. G Kohan Starcman – ‎2003

http://institucional.us.es/revistas/themata/31/06%20kohan.pdf

 

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